El ADN de Ricardo III cuestiona el trono de Inglaterra

Publicado: 05/12/2014

Ricardo III murió sin descendencia que le sobreviviera, empezando entonces a reinar la dinastía Tudor, con Enrique VII. En el verano de 2012 se halló un esqueleto en unas excavaciones que apuntaba a ser el del fallecido monarca, y para comprobarlo se cotejaron muestras de ADN de sus huesos con las de donantes vivos, familiares del actual duque de Beaufort, descendiente de los Plantagenet y de los Tudor.

La investigación de los genes mitocondriales, heredados por vía materna, demostró de manera concluyente que se trataba de Ricardo III. Pero cuando investigaron la línea paterna (cromosomas Y) descubrieron algo inesperado: el ADN no se correspondía con el de sus parientes vivos, lo cual revelaba que en algún punto de la historia una relación adúltera había roto la cadena de sucesión. Es decir, alguien fue hijo ilegítimo sin saberlo. La investigación se publicó en la revista Nature Communications.

Resulta casi imposible determinar en cuál de los 19 eslabones de la cadena de sucesión investigada se produjo el adulterio. Pero si el hijo ilegítimo fuera Juan de Gante (hijo de Eduardo III) o el hijo de éste, Enrique IV, no habrían tenido derecho a reclamar el trono, como tampoco Enrique V, Enrique VI, ni, indirectamente, los Tudor, quienes son parientes de los Windsor, la actual Familia Real Británica, por lo que todo este embrollo llegaría a afectar a sus derechos sucesorios.

De haberse conocido en su tiempo, podría haber tenido importantes consecuencias en el destino de Inglaterra: sin su reivindicación dinástica, a Enrique VII le habría costado reclutar un ejército para la batalla de Bosworth, en la que derrotó y mató al propio Ricardo III.

El caso forense más famoso de Gran Bretaña ha dado por tanto sorpresas que hacen (y seguramente harán por mucho tiempo) las delicias de los amantes de las intrigas palaciegas.



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